TORQUEMADA, EL PRIMER INQUISIDOR


Dedicó todos sus esfuerzos a la persecución de los judios, y fue el artifice de su expulsión de España.

El "insolente y fanatico Torquemada", tal como lo calificó Juan Antonio Llorente en su "Historia Crítica de la Inquisición en España"(1817), nació en 1420 en Torquemada (Palencia). Era hijo de Pedro Fernández y de Mencía Ortega, que, al parecer, provenían de una familia de cristianos nuevos. La lógica popular - y a veces la culta - relaciona la obsesión de Torquemada contra los judios con la idea de que solo quien conoce desde dentro la realidad de la conversión simulada puede resultar tan severo en su persecución.

El joven Torquemada, por indicación de su tio, el cardenal Juan de Torquemada, inicia los estudios eclesiásticos en el convento dominico de San Pablo de Valladolid, del que llegará a ser prior en 1474.

En 1479, el Papa Sixto IV concede una bula a los Reyes Católicos para que funden el convento de la Santa Cruz en Segovia. Fray Tomás de Torquemada encarga el proyecto al arquitecto Juan Guas y desde entonces adopta este convento como su residencia preferida, llegando a adquirir el cargo de prior. En ese mismo año el rey Fernando solicita al Papa que dispense a fray Tomas de sus obligaciones monacales para que pueda salir del convento y dedicarse a confesar a los muchos notables que, a imitaci6n del soberano, requieren sus servicios. Esta proximidad a la corte facilitará su carrera hacia el cargo de inquisidor.

"Auto de Fe" por Pedro Berruguete
AUGE Y DECLIVE DEL INQUISIDOR

Un año antes, en 1478, a petición de los reyes, Sixto IV les había concedido la creación de la lnquisición no sólo para perseguir la herejía de los judíos  falsamente convertidos, sino para favorecer el sometimiento del reino de Granada. La puerta queda abierta para que, una vez que el rey Fernando herede el reino de Aragón, en 1479, pueda nombrar un inquisidor general, cargo que recae en el prior de la Santa Cruz, quien desde 1483 lo ostentará para Castilla y Aragón.  Fray Tomas de Torquemada inicia con energía la tarea de organizar la moderna Inquisición y actualizar la legislación, que entonces aún se rige por el "Manual de lnquisidores de Nicolau Eimeric" (1376).  En diez años divide el territorio en distritos, crea tribunales en sus cabeceras, nombra a sus ministros y oficiales, y comienza a publicar una serie de "Instrucciones" que regulan el procedimiento y los mecanismos de actuación y hacienda de la moderna lnquisición. Estas "Instrucciones" consagran la 'inquisitio', es decir, la investigación por iniciativa del inquisidor o de sus oficiales, y organiza el procedimiento eliminando una serie de garantias jurídicas que convierten la confesión del reo, obtenida muchas veces bajo tortura, en la prueba reina del proceso.

El 31 de marzo de 1492 los Reyes Católicos fìrman el decreto de expulsión de los judíos que no se conviertan al cristianismo. La historia y la leyenda coinciden en que, tras aquella orden, Abraham Señor e Isaac Abravanel, representantes de los judios españoles, ofrecen a los Reyes una elevada suma de dinero para que el decreto de expulsión sea derogado. Nada mas enterarse, Torquemada - según cuenta el historiador y humanista italiano Pedro Mártir en su "Epistolario"­ irrumpe en presencia de los Reyes y les dice: "He aquí el crucifìcado al que el perverso Judas vendió por treinta monedas de plata. Si aprobáis ese documento,lo venderéis por una suma mayor. Yo renuncio a mis poderes; nada se me imputará, pero Vos responderéis ante Dios!". Semejante reacción tendría su razón de ser en el hecho de que, al parecer, el texto del decreto había sido redactado por el propio inquisidor general.

Torquemada dedicó todos sus esfuerzos a la implacable persecución de los judíos. Entre los grandes escándalos de su mandato como inquisidor general, a él se le atribuye la creación de falsas pruebas en el proceso por el que fueron condenados ala hoguera algunos judios supuestamente implicados en la crucifixión del llamado Santo Niño de La Guardia.

Pero entonces la estrella del inquisidor Torquemada comenzó a perder su brillo. LIevado por un exagerado celo y un obsesivo rigor, continuó la vigilancia y la persecución de aquellos judíos que no se hubieran convertido sinceramente e incluso se atrevió a procesar, por simple sospecha de judaizar, a personas de la familia de los obispos de Segovia y de Calahorra.

Su osadía había desbordado su propio poder.Estas dignidades apelaron ante Alejandro VI, el papa Borja, quien, el 23 de junio de 1494, nombró a tres nuevos inquisidores con la caritativa excusa diplomatica de ayudar al enfermo y anciano inquisidor.

A partir de 1496, fray Tomas de Torquemada casi no sale del convento de Santo Tomas de Ávila. Apartado del omnímodo poder que había ostentado, ya viejo y achacoso, todavía ese ano se atreve a solicitar a Alejandro VI la confìrmación de un estatuto de limpieza de sangre para el monasterio en el que está retirado, porque alienta el temor de que falsos conversos ingresen como monjes en el convento y, una vez dentro, planeen su asesinato.

El 16 de septiembre de 1498 la muerte sorprende a Torquemada. Aborrecido por todos. Pero sus restos no lograrán el reposo eterno: sepultado en la cripta de Santo Tomás, su tumba es removida em 1572 para dejar sitio a los despojos del obispo de Salamanca Francisco Soto de Salazar. En el momento del traslado, según quiere la leyenda y cuenta el historiador H. Ch. Lea, "se expandió un sobrenatural aroma de deliciosa dulzura que causó gran confusión a los que dedicaban a tan sacrílega tarea". Sus restos, hoy, han desaparecido.

Texto de Javier Pérez Escohotado publicado en "Historia National Geographic n. 10, RBA Revistas S.A, Barcelona, España. Digitación, adaptación y ilustración de Leopoldo Costa.

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