LEPROSOS EN LA EDAD MEDIA - MORIR EN VIDA

Los enfermos debian evitar todo contacto con los demas; no podian ni lavarse en el agua de los ríos.

En la Edad Media, miles de hombres, mujeres y niños, toscamente cubiertos por un hábito con capucha, deambulaban por Europa apartados de todo contacto social, convertidos en auténticos muertos vivientes. Era vítimas de lo que sus congéneres consideraban el peor de los castigos divinos que podian abatirse sobre un ser humano: la lepra. Pero esta enfermedad no apareció en la Edad Media: ya existía en la Antiguëdad, aunque fue en la época medieval cuando adquirió las dimensiones de una verdadera epidemia. Al parecer, las migraciones de judios y gitanos procedentes del Mediterráneo oriental, y posteriormente las invasiones árabes, actuaron como las principales vías de difusión de esta dolencia por Europa. A partir del año Mil, el crecimiento de la actividad comercial en el ambito mediterraneo, el flujo cada vez mayor de peregrinos a Oriente y, sobre todo, las cruzadas contribuyeron a multiplicar el número de víctimas.

Sin embargo algunos especialistas mantienen que lo que trajeron los cruzados a Europa no fue la lepra si­ no la sífilis, dolencia que otros investigadores consideran posterior al descubrimiento de América (del mismo modo, se piensa que la lepra solo llegaría al Nuevo Mundo a partir de 1492). Se tratase o no de lepra, las consecuencias para los infectados eran las mismas: se les adjudicaba el estigma de leprosos, eran apartados de la comunidad y se les condenaba a vivir solos o recluidos junto a otros enfermos el resto de sus días.

UN MAL IMPOSIBLE DE OCULTAR

Los sintomas de la verdadera lepra no se conocian con exactitud, y el temor al contagio hacía que se reaccionase ante la menor sospecha. En realidad, la enfermedad es menos contagiosa de lo que entonces se pensaba, y pasa por un largo período de incubación; pero a partir de su desarrollo resulta imposible ocultarla.

Cuando la lepra era diagnosticada el enfermo debía abandonar la ciudad o aldea donde viviese, no volver a entrar en contacto con personas no infectadas, no beber ni lavarse con agua de ríos o arroyos, no entrar en tabernas, posadas, iglesias u otros lugares publicos. Los infectados eran obligados a llevar un habito de color pardo grisáceo, un bastón y un barrilete colgado al cuello en donde la gente podía depositar donativos o alimentos. Cuando caminaban tenian que alertar de su presencia por medio de una carraca u otro instrumento similar, evitar los caminos estrechos, mantener la distancia con otros, no tocar las cuerdas y postes de los puentes y no seguir la dirección del viento.

Algunos enfermos se recluían en hospitales o formaban comunidades aJejadas de los lugares poblados. Otros eran acompañados por sus familias, pero tales casos eran infrecuentes: durante la mayor parte de la Edad Media la lepra fue considerada causa legítima de divorcio.

Durante el desarrollo de la enfermedad se van formando úlceras en la piel, se pierde parte de la motricidad, se atrofian los músculos de la cara y se contraen los del antebrazo,de tal manera que la mano toma la forma de una garra. Posteriormente la pie! se encoge, se pierden el cabello, los dientes y las uñas, y a veces alguna de las extremidades.Todo ello, unido al fuerte olor que desprendían los enfermos - y que las fuentes medievales comparan con el de la cabra macho, con el de las plumas de gan­ so y con el de los depósitos de cadáveres-, hacia que la dolencia se considerase una auténtica muerte en vida.

La palabra hebrea utilizada para designar la lepra en el Antiguo Testamento, "tzaraat", iba cargada de un marcado sentido peyorativo, y el leproso era visto más como un condenado que como un enfermo. Los infectados  parecían   cargar con un castigo divino, con una pena irreversible.La lepra se convirtióasí en un estigma social, hasta que las nuevas corrientes de pensamiento y la tendencia a prestar más atención al Evangelio llevó a que los leprosos, como los pobres y enfermos en general, fuesen considerados próximos a Dios: los "pobres de Cristo" (pauperes Christi). La caridad se difundió, los enfermos pasaron a ser atendidos y las donaciones en su favor se multiplicaron .

Los enfermos de lepra eran atendidos en hospitales llamados leproserías, lazaretos o malaterías. En l 099 se creó en Jerusalén, tras la Primera Cruzada, la orden militar de San Juan o del Hospital, formada por monjes guerreros que dedicaban sus centros a la atención de los cristianos que enfermaban en Tìerra Santa y a la protección de los peregrinos.

EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS

En 1120, el creciente número de afectados por la lepra llevó a que del seno de los hospitalarios surgiese una nueva orden, la de San Lázaro, dedicada al cuidado de los leprosos. Este Lázaro no era el resucitado por Cristo, sino otro personaje del Nuevo Testamento: el hombre cubierto de llagas de la parábola del hombre rico relatada en Lucas 16,19-31 (las confusiones entre ambos Lázaros serian frecuentes). En principio, los comendadores o encargados de los hospitales de la Orden debian ser enfermos de lepra, disposición que el papa Inocencio IV abolió en el siglo XIII.

Los hospitales servían basicamente para recluir a los enfermos y hacer que sus vidas fuesen mas llevaderas, pero en la Edad Media no se conocían ni remedios para la enfermedad ni maneras de paliar sus efectos. La oración era el método al que se recurría con mayor frecuencia, junto con las peregrinaciones a lugares sagrados con objeto de obtener el perdón divino, única y milagrosa cura. De ahi tanto la proliferación de leproserias a lo largo de los caminos como la difusión de esta enfermedad entre los peregrinos.Junto a los rezos se practicaban sangrías, se preparaban brebajes con ortigas, sal, hierbas aromaticas, aguas de fuentes medicinales y caldo de víbora, se hacían ungüentos con mercurio y se comia carne de serpiente. Los hospitales contaban con huerto, establo, cementerio y capiIla, y cada paciente solía disponer de una habitación, una celda o una cabana individual.

En los ultimos siglos de la Edad Media, y sin que se conozcan las causas, la lepra fue remitiendo. Algunos autores opinan que la peste negra de mediados del siglo XIV exterminó a la mayor parte de los enfennos de lepra. Otros señalan que la reclusión de los leprosos en hospitales llevó a que la infección dejase de propagarse; pero esra afirmación no tiene en cuenta el hecho de que muchos infectados que aún no habían desarrollado los síntomas más graves vivieron en sus comunidades durante años, ocultando que padecían la enfermedad.

Texto de Covadonga Valdaliso publicado en "Historia National Geographic n. 10.  Digitación, adaptación y ilustración de Leopoldo Costa.

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